[ Iñaki Torre Fika ]
Desde la ventanita que ilustra la solapa de Lo raro es vivir, Carmen Martín Gaite tiene la mirada soñadora, y contempla seguramente un cielo raso de ilusiones y de sombras en el que ahora vive, con las maletas todavía sin deshacer y estorbando junto a la puerta. Aparece tocada con su sempiterna boina, y su pelo hermoso, tierno y nevado le cae indolente sobre los hombros. Estremece pensar que estos días, tras el mazazo de su fallecimiento, asomen y vean la luz tantas y tantas fotografías suyas, tan reticente como fue a dejarse retratar en actos públicos, enemiga acerba del boato y los chismorreos. Cuando menos, mientras hojeo y pongo orden a tantos papeles descabalados -recortes de periódico, necrológicas, artículos de opinión-, la luz del flexo llueve indefectiblemente sobre todas estas ventanitas radiantes de sonrisas a flor de labio y en los ojos.
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Carmen Martín Gaite fue una mujer sencillamente alegre, pese a las tristezas y desiertos que tuvo que atravesar. El mayor, el más cruel y feroz, la muerte de su única hija, Marta, a quien dedicó, in mortem, una de sus más bellas y emotivas novelas: La Reina de las Nieves. Con su espíritu dicharachero y vivaz, dueña de un castellano envidiable, de una prosa que oscilaba entre lo poético, lo narrativo y lo conversacional, supo captar mejor que ninguno de sus compañeros de generación la lengua popular, el hablar cotidiano cuajado de refranes, de hipocorismos, de vida natural y auténtica. Eso es lo que exudan cada uno de sus textos: Entre visillos, Nubosidad variable, Irse de casa. Trabajadora incansable, su obra se me antoja un árbol frondoso, donde cada rama -la soledad, la frustración, la búsqueda de interlocutor, las ganas de vivir- se cubre de miles de hojas: aquí y allí florecen novelas, cuentos, ensayos, columnas, artículos, poemas. De improviso, ese árbol ha sido talado y las hojas han caído al suelo con estrépito insoportable. Desperdigadas, es ahora el momento de recogerlas y de intentar recomponerlo para que así no estrangule sus frutos, no se restañe su savia.
Asomémonos entonces a las ventanas de sus páginas. Hace poco, paseando por su Salamanca natal, pisando nuevamente la Plaza de los Bandos, me abrigó la certeza de que esas ventanas jamás cerrarían sus hojas porque en cada libro, lo mismo que en las fotografías, Carmen nos repartirá alegría y vida con su sonrisa de luz.
Notas bio-bibliográficas
Carmen Martín Gaite (Salamanca, 1925 – Madrid, 2000) es autora de una amplia obra narrativa de extraordinaria calidad, iniciada en 1954 con El balneario (premio Café Gijón de relatos). Cultivó todos los géneros con idéntico éxito. Su trayectoria literaria aparece jalonada de galardones y es una de las escritoras españolas más traducidas.
Ha obtenido, entre otros premios, el Nadal, el Nacional de Literatura, el Anagrama de Ensayo, el Príncipe de Asturias de las Letras y el Castilla y León de las Letras. En 1994 fue galardonada con el Premio Nacional de las Letras. Debe destacarse igualmente su labor como traductora, y se ha ocupado de autores como Flaubert, Perrault, Eça de Queiroz, Virginia Woolf, Natalia Ginzburgz, C. S. Lewis o las hermanas Brontë. Ha escrito asimismo guiones para televisión: Santa Teresa de Jesús y Celia, basado en las novelas de Elena Fortún.
Algunas recomendaciones de lectura entre su amplia obra, podrían ser las siguientes: Entre visillos, Barcelona, Destino, 1958; Retahílas, Barcelona, Destino, 1974; Nubosidad variable, Barcelona, Anagrama, 1992; La Reina de las Nieves, Barcelona, Anagrama, 1994; Lo raro es vivir, Barcelona, Anagrama, 1996; Cuéntame, Madrid, Espasa Calpe, 2000. [Recopilación de ensayos y cuentos]; El proceso de Macanaz: historia de un empapelamiento, Barcelona, Destino, 1970; El cuento de nunca acabar, Barcelona, Anagrama, 1983; Desde la ventana (Enfoque femenino de la literatura española), Madrid, Espasa Calpe,1987.